Vivió más de un siglo y siempre supo lo que hacía: una naturópata reveló 2 hábitos que nunca abandonó
En una clínica de medicina natural ubicada en la Toscana, vive y trabaja con vitalidad una naturópata que ha superado con creces el umbral de los 100 años. Su piel cuenta historias, su mirada refleja paz, y su voz tiene la firmeza de quien ha visto más ciclos que el calendario mismo.
Nacida en 1920, creció en plena austeridad: pan integral, verduras del huerto, frutas silvestres. Desde joven notó algo inquietante: quienes consumían golosinas, mermeladas, pasteles o bebidas azucaradas, enfermaban más rápido y de forma más grave que quienes se alimentaban con productos simples.
Al formarse como naturópata, llevó un diario de salud entre sus clientes y observó que la incidencia de problemas metabólicos, debilitamiento general e incluso algunos tipos de cáncer era mucho mayor en quienes incluían azúcar refinado en su dieta. Para ella, ese producto era como dar combustible a un fuego que puede escalar sin control.
“En lugar de dulces procesados, aprendí a deleitarme con la verdadera dulzura de las frutas frescas y las mieles naturales”, comparte sin nostalgia ni remordimientos. Desde empanadas prefabricadas hasta sopas instantáneas, bocadillos envasados y aderezos artificiales: nada de esto entró en su mesa. Llamaba a estos productos “veneno cómodo”: diseñados para atrapar al paladar y olvidarse del cuerpo.
En su pueblo, donde la comida casera aún se elabora en ollas de barro, veía cómo las generaciones mantenían la salud mientras las ciudades prosperaban con paquetes y bandejas plásticas. Esa dualidad le enseñó algo clave: la facilidad pagada con años y vitalidad.
“Prefiero perder diez minutos cocinando una sopa de verduras a ganar diez segundos abriendo algo que no me nutre”, solía decir con serenidad. Si bien esos dos hábitos constituyen su pilar, su rutina diaria integra otros elementos sencillos:
Despierta con un vaso de agua tibia con limón fresco. Lo considera un ritual depurativo que prepara su cuerpo para el día.
Avena cocida con bayas silvestres o con nueces caseras. A veces un huevo fresco de granja y alguna verdura salteada en aceite de oliva.
Camina cada mañana unos 3 kilómetros por senderos entre viñedos o bosques. “No necesito un gimnasio; la vida es mi entrenamiento”, suele decir.
Se acuesta al caer el sol y descarga su mente con música ligera o lectura del bosque y la montaña. Para ella, el sueño es medicina más poderosa que cualquier poción.
Mini checklist de su día:
Más allá de la dieta, defiende una visión integral: el bienestar nace de la armonía entre cuerpo, mente y entorno. Sus dos “no” —azúcar refinado y ultraprocesados— son una invitación a elegir lo real, lo nutritivo, lo que alimenta desde dentro.
“Deseo vivir no solo muchos años, sino años con sentido, salud y presencia. No necesito medicamentos si mi alimentación y mis hábitos me lo permiten”, reflexiona con voz dulce y firme. La longevidad de esta naturópata no está en fórmulas costosas ni secretos guardados en laboratorios: está en elegir los alimentos que nutren realmente, evitar lo que intoxica y vivir desde la coherencia. Si reflexionas en sus dos hábitos —evitar azúcar refinado y productos ultraprocesados— quizás encuentres una guía simple y poderosa para tu propia salud.
1. Adiós al azúcar refinado
2. Rechazo absoluto a los ultraprocesados
Su guía diaria para una vida larga y plena
Mañana con agua tibia y limón
Desayuno nutritivo y ligero
Movimiento constante
Descanso temprano
Su filosofía de vida
Conclusión